La exposición a la luz ocular tiene importantes influencias en la salud y el bienestar de los seres humanos a través de la modulación de los ritmos circadianos y el sueño, así como las funciones neuroendocrinas y cognitivas. Las recientes investigaciones sobre los mecanismos de fototransducción en los seres humanos están revelando el papel fundamental de la exposición a los ciclos de luz y oscuridad como elemento regulador de importantes procesos fisiológicos desde el nivel molecular hasta el de comportamiento.
El desequilibrio de nuestro ritmo circadiano inhibe la generación de melatonina, que aumenta la inflamación, desregula el metabolismo y suprime el sistema inmunológico, factores todos ellos que contribuyen al desarrollo de múltiples enfermedades.
Los científicos estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young, conocidos como los descubridores del ‘reloj interno’ del cuerpo, conseguían en 2017 el premio Nobel de Medicina, por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano. Gracias en parte a su trabajo, hoy se sabe que los seres vivos portamos en nuestras células un reloj interno, sincronizado con las vueltas de 24 horas que da la Tierra.
Los estudios clínicos y epidemiológicos en curso están revelando las consecuencias negativas de la exposición incorrecta a la luz durante el día, en muchos casos, por el uso incorrecto de la luz artificial. Los habitantes de los países desarrollados tenemos una tendencia general a exponernos a menos luz de la necesaria durante el día y a una cantidad excesiva durante la noche, con lo que se reduce sustancialmente el contraste día/noche al que se adapta nuestra fisiología.
Esta realidad probablemente se ha visto agudizada en este año 2020, donde la situación de emergencia sanitaria causada por el COVID-19 ha obligado a muchos millones de personas en el mundo a permanecer en sus casas durante períodos prolongados de tiempo, reduciendo la exposición a la luz natural. Además se ha constatado un incremento exponencial en el uso de todo tipo de pantallas (televisión, ordenador, tablets, smartphones, consolas, etc), fruto del aumento del teletrabajo y del ocio doméstico.
Conscientes de las consecuencias de este uso inadecuado de la luz artificial, los usuarios se ven impulsados a exigir sistemas de iluminación que ayuden a mantener el equilibrio de los mecanismos clave de regulación de la luz y la oscuridad. A pesar de estas evidencias, los actuales sistemas de iluminación carecen de sistemas de vigilancia que permitan la evaluación lumínica de los entornos en los que las personas realizan su actividad, así como la implementación de sistemas de iluminación para corregir situaciones anormales.
En este contexto, en Insati consideramos muy relevante avanzar en nuestro conocimiento basado en la evidencia sobre las mejores condiciones de iluminación, tratando de facilitar desde la tecnología nuevas soluciones de iluminación saludable que promuevan la salud y el bienestar. Afortunadamente, como resultado de varias décadas de avances científicos, las recomendaciones basadas en la investigación son ahora posibles.